El Cañadón: un asentamiento levantado sobre una reserva natural que recibe las cloacas de más de 5.000 personas
Cientos de familias ocuparon de forma ilegal la reserva ambiental de El Cañadón, un lugar donde nunca debió levantarse una vivienda. Entre el barro, la basura y el olor de las cloacas, viven rodeadas por los desechos que bajan desde los barrios altos de Ushuaia. Más de 17 años después, el problema sigue igual: sin obras, sin control y sin respuestas.
Las primeras familias comenzaron a instalarse a fines de 2007, ya durante la intendencia de Federico Sciurano, que asumió en diciembre de ese año. Desde entonces, las tomas se multiplicaron y el asentamiento creció sin control sobre terrenos fiscales ubicados dentro de una reserva natural, al pie de las montañas. Lo que en sus inicios fue un pequeño asentamiento se transformó con el paso del tiempo en uno de los puntos más degradados y contaminados de la ciudad.
Las casas se construyeron sin planificación, sin servicios básicos y sobre un terreno donde el agua desciende por las laderas arrastrando barro, residuos y desechos cloacales. Con el tiempo, el barrio quedó atrapado entre la falta de políticas urbanas y la desatención del Estado. No hay cloacas, no hay gas, no hay obras. Y cada invierno, el cuadro se agrava.
El barrio que recibe las cloacas de toda la zona alta
Hoy, un flujo constante de aguas servidas baja desde los barrios altos de Ushuaia. Son los desechos de unas 5.000 personas que viven conectadas a la red formal y terminan corriendo a cielo abierto por el medio del asentamiento. En El Cañadón viven apenas entre 50 y 70 personas, pero todos los residuos cloacales del sector alto desembocan allí.
Durante las gestiones de Sciurano y la actual de Walter Vuoto, que ya cumple su tercer mandato como intendente, se realizaron limpiezas, relevamientos y promesas de saneamiento. Pero nada cambió en lo profundo. Desde la Municipalidad aseguran que los operativos se hacen cada tanto; los vecinos dicen que el problema sigue igual.
“El camión viene, limpia, y a los pocos días vuelve todo a estar igual. El olor es insoportable y cada lluvia trae más cloaca”, contó una vecina que vive en el lugar desde hace más de una década.
Una herida que sigue abierta
Casi 18 años después de las primeras ocupaciones, El Cañadón sigue siendo un símbolo del crecimiento desordenado y del abandono. Por ese cauce bajan los desechos, la basura se amontona en el bosque y la contaminación se mezcla con la vida diaria de quienes no tienen otro lugar donde estar.
Todos los desagües del sector alto terminan en el mismo punto: El Cañadón. Allí confluyen las aguas negras, los restos del deshielo y los residuos de la ciudad.


