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La iniciativa surge del gobernador Weretilneck de la Provincia de Río Negro. El proyecto presentado por su vicegobernador a la Legislatura busca establecer una discusión a fin de establecer “una contribución especial de peaje, que será abonada por quiénes hagan uso y aprovechamiento económico de la infraestructura vial provincial, consistente en la circulación con vehículos, acoplados, remolques y/o maquinarias a través de esta”.
Río Negro, apoyada por la provincia vecina de Neuquén y el gobernador Figueroa, entienden que el gobierno liberal no bajaría más recursos para el mantenimiento de estos caminos bajo jurisdicción nacional, por lo que intentan provincializarlos y con un sistema de cobro, financiarlos. La realidad es que el problema no arrancó con la “motosierra”: en 2022 la diferencia entre cooparticipación y gastos fue de 200 millones de déficit y en 2023 de 641 millones de pesos. Ahora, sin vísperas de mejora, una parte de los gobernadores patagónicos busca una solución para evitar cubrir gastos con los tesoros provinciales.
Si bien en la isla no se ha hecho mención del tema, surge la pregunta de si este modelo sería replicable de surgir casos exitosos en la región. Y, aunque la Ruta N° 3 siguese siendo de libre circulación, habría que ver qué hacen tanto Santa Cruz como Chubut, algo que impactaría directamente en el ya costoso viaje por tierra y barcaza que se atraviesa año tras año en la “diáspora” de verano, casi un rito de pasaje para los que viven en Tierra del Fuego.
La crisis económica a nivel nacional genera recortes en todos los aspectos de la vida cotidiana, también dando espacio para el surgimiento de nuevas alternativas de financiamiento que no son tan nuevas. Si bien hoy el título de “privatizar rutas” le cae a Milei, el problema no es nuevo y la infraestructura hoy por hoy no alcanza los estándares de las y los que la utilizan.
Lo más extraño de todo, es lo auto-profético que termina siendo el discurso del presidente. Ya sea por consistencia ideológica o por lo bizarra que termina siendo la realidad en la Argentina, lo que hace menos de un lustro parecía un delirio teórico o simplemente una frase fuera de contexto, podría convertirse en parte de la rutina del fueguino y fueguina que sale al continente. Mucho peor, comenzar a desandar este camino, que conociendo la historia de nuestro país posiblemente termine en rutas en mal estado por las que hay que pagar dada la imposibilidad de competencia, agregue un nuevo costo a las producciones regionales y vuelva más engorroso el día a día de las y los laburantes que ya hacen malabares para que salario y mes traten de ir de la mano.

