El frente Fuerza Patria, articulado como una herramienta coyuntural para afrontar las elecciones del 26 de octubre, está sumido en fuertes fricciones internas. El sector más identitario del oficialismo provincial apunta sus cañones contra el legislador Federico Sciurano, cuestionando su bajo perfil en la campaña y la circulación de comentarios críticos hacia el kirchnerismo que emanan desde su órbita. Por debajo de la puesta en escena de unidad, la alianza que realmente sostiene el poder institucional —conformada por FORJA y el Partido Justicialista— depende, en los hechos, de la docena de bancas que garantizan la mayoría automática.
A medida que el calendario avanza hacia la cita electoral, el esquema Fuerza Patria atraviesa una crisis de fondo, aunque silenciosa. Lo que se gestó como un pacto electoral de ocasión hoy hace evidentes las diferencias que ya resultan imposibles de disimular en los despachos.
Mientras el discurso de cara a la opinión pública pone el acento en la inclusión y el desarrollo social, en el plano interno predominan las desconfianzas y las disputas por el reparto y control político entre las terminales de FORJA y el Partido Justicialista, quienes en realidad componen la columna vertebral del poder provincial.
El legislador Sciurano, considerado un actor fundamental dentro de la ingeniería oficialista, quedó en la mira del aparato por su marcada distancia en la agenda de campaña y su escasa presencia en la dinámica política.
Desde las vertientes más intransigentes que referencian a Gustavo Melella y Walter Vuoto, sumando también a referentes como Miriam Martínez y Federico Greve, la lectura es categórica y unánime y apunta a que Sciurano evidencia una “ausencia notoria”, tanto en el territorio como en la articulación de la estrategia.
A este escenario de falta de compromiso se añade la difusión de posteos en redes sociales realizados por asesores de su círculo, donde se repiten cuestionamientos directos hacia Cristina Fernández de Kirchner y el kirchnerismo, lo que generó un fuerte cortocircuito en el ala más progresista y doctrinaria del frente.
“El dilema no radica solamente en su falta de presencia, sino en la incoherencia ideológica que manifiesta”, sentenció un dirigente de la mesa oficialista, al observar cómo el relato de unidad electoral se desmorona ante las contradicciones que hoy trascienden.
El temor a un traspié electoral y la reforma constitucional
En el entorno de Gustavo Melella crece el nerviosismo ante la posibilidad de cosechar un resultado adverso en las urnas. Una eventual derrota podría abortar la reforma de la Constitución Provincial que el Ejecutivo busca impulsar, una iniciativa que —según reflejan los sondeos— es rechazada por más del 70 % de los ciudadanos fueguinos.
En los corrillos políticos circulan dos análisis principales: un sector sostiene que, en caso de que se avance con la convocatoria, numerosos postulantes podrían utilizar el paraguas de la estructura oficialista para ser elegidos como convencionales, pero una vez adentro, votarían en sintonía con sus intereses personales, desatendiéndose del lineamiento de la Casa de Gobierno. La otra hipótesis sostiene que, si el resultado del domingo es exiguo, Melella podría optar por no llamar a la elección de convencionales y dejar expirar los plazos legales, congelando de facto el proceso reformista.
En este contexto de fragilidad, el intendente Walter Vuoto intenta mantener la cohesión interna, aunque sus bases más duras observan con desconfianza la sociedad con sectores ajenos al kirchnerismo, como los que orbitan alrededor del legislador Sciurano o el ministro Agustín Tita. Por su parte, el eventual triunfo de la senadora Cristina López no genera el entusiasmo esperado en el kirchnerismo más puro, que la percibe más como una figura de transacción que de auténtica convicción política.
El pacto que se resume en ocho bancas
La coyuntura política actual del gobierno fueguino se simplifica en una fórmula aritmética: el pacto de gobernabilidad resiste en la medida en que los votos suman ocho. Más allá de los compromisos públicos y los gestos de campaña, el imperativo de la coherencia ideológica se ha vuelto una variable accesoria. La realidad demuestra que, cuando el poder y la caja están en juego, se invoca a la patria; pero cuando se apagan los focos de la elección, lo que realmente persiste es la lógica de la conveniencia instrumental.
